Planificación del entorno

El entorno natural es, al mismo tiempo, un aliado y un desafío. El arquitecto busca aprovechar sus beneficios y protegerse de sus amenazas. Para que un edificio sea habitable y confortable, es esencial controlar factores como el calor, el frío, la luz, el aire, la humedad o la sequedad, así como anticipar riesgos como incendios, terremotos, inundaciones o enfermedades.

Estos aspectos ambientales representan solo una parte de la planificación: la más práctica. Pero el arquitecto también los aborda desde una perspectiva expresiva. La forma y ubicación del edificio, la distribución de los espacios interiores y la relación con su entorno son elementos clave no solo funcionales, sino también estéticos.

Orientación

La orientación del edificio y de sus espacios permite controlar la luz solar, el viento y la lluvia. En el hemisferio norte, por ejemplo, el sol favorece las fachadas orientadas al sur y apenas incide en las del norte, lo que influye en cómo captar calor o mantener frescor según la época del año.

Dentro del edificio, la disposición de cada espacio determina cuánta luz solar recibe. Además, la orientación puede optimizar la ventilación natural y proteger de vientos, lluvias o nieve, anticipando los patrones climáticos habituales. Elementos como árboles, relieves del terreno, edificaciones cercanas o cuerpos de agua también influyen, aportando sombra, humedad o reflejando la luz del sol.